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¿Imaginas que tu bronceador o tu pasta de dientes fueran capaces de almacenar energía? Lo que tienen en común ambas cremas, al igual que algunos juguetes, los folios, la cerámica, la pintura, los coches o algunos aparatos electrónicos es que contienen dióxido de titanio (TIO2), una sustancia química capaz de almacenar energía de origen renovable.
Así lo ha anunciado la Universidad Nacional Australiana que, tras realizar un estudio sobre esta sustancia, ha descubierto que el dióxido de titanio podría ser una pieza fundamental para la construcción de sistemas de almacenamiento de energías renovables.
Como es sabido, las energías renovables no pueden producir electricidad constantemente, sino que dependen de factores externos como el sol, el viento o el agua, dependiendo de la tecnología. Por ello, y gracias a este descubrimiento se podría equilibrar la cantidad de energía que alimenta la red.
Los científicos de esta universidad han intentado, durante cinco años, encontrar el material adecuado para incluirlo en los condensadores eléctricos, dispositivos que se utilizan para almacenar energía.
Para ello se requería de una sustancia que tuviera: una constante dieléctrica elevada para almacenar energía, una baja pérdida dieléctrica y la resistencia suficiente ante altos niveles de temperatura. Encontrar un material con estos requisitos ha sido difícil, según han explicado los investigadores, puesto que los elementos que estudiaban flaqueaban en alguna de estas características. Finalmente fue el dióxido de titanio a nivel molecular el que cumplía con todos los requisitos.
Lo mejor del dióxido de titanio es que se puede encontrar en yacimientos en diferentes países del mundo y, según los científicos, podría utilizarse como material para vehículos eléctricos y tecnología espacial. “Es un sueño hecho realidad”, concluyen los científicos.